jueves, octubre 27, 2005

maullidos

Oía decirles que si no dormía, ellos vendrían por mí, yo no estaba segura si me morderían, me comerían un pie o simplemente se acurrucarían junto a mí intentando arañarme, me aterrorizaba escucharles, los veía venir por miles, distintos tamaños y distintos colores, mojados y olorosos. Rápidamente intentaba dormir para que no vinieran, les creía a ellas, creía que vendrían por mí, mi madre y mi hermana sonreían, sabían que obedecería en el acto, dar un salto a la cama y dormir. Simulaba quedarme dormida para que ya no lo dijeran, cuando ellas se iban no podía dejar de temblar, me tapaba con la cobija y apretaba los dientes hasta agotarme.
El alarido me paralizó, sabía que se encontraba al final de la escalera de caracol, me palpitaba el corazón en la sien, me temblaban las manos, el animal podía olerme, acechándome desde arriba, yo no podría levantarme, lo sabía, me quedaría ahí, hasta que amaneciera, y empezar a dormir en paz, nadie sabía porque dormía tanto por las mañanas y siempre tenía sueño, la profesora de preescolar escribió una nota diciendo que me quedaba dormida, e
n fin, esos miedos que nos acompañan desde niños, miedos patológicos y a la vez nostálgicos, aún puedo oír sus voces, sus risas, el aullido, mi cama, los grillos, la escalera, esa escalera que nos acompañará por siempre.
Carmen Caballero Prado

1 comentario:

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Te abrazo fuerte, fuerte, fuerte, fuerte, fuerte, fuerte, fuerte, FUERTE, FUERTE, FUERTE, FUERTE. Te tomo de la mano y subimos juntas la escalera de caracol.
Te llevo para que veas que el gato que estaba ahí era yo y nunca más débil que hoy. Te abrazo fuerte, fuerte, fuerte.